Hace unos días tuve un pensamiento que me llenó de orgullo. Me dije que era algo brillante. Empecé a fantasear con eso. Me emocioné tanto que casi sufro una taquicardia. Preferí relajarme, dejar que el pensamiento descansara un momento. Dejarlo reposar. Añejarlo. O no, tal vez sólo me distraje: abordé el camión, di vuelta en una esquina, el iPod cambió de canción, me terminé el cigarro o cerré la ventana. El caso es que cuando regresé a buscarlo se había perdido. Quizá para siempre.
Luego, otro día, pensé de nuevo en Tinajero. Lo vi deambular un rato, en silencio. No quiso decirme nada. Debe estar triste. Yo me sentí triste. Dejé de pensar en él.
Y ahora sólo quiero dormir (volver a los sueños como quien hilvana frases de una historia fugaz, flexible).
jueves, 15 de enero de 2009
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