jueves, 28 de mayo de 2009

28 de mayo

Los arranques psicóticos de mis vecinos

Mucho tiempo he querido escribir de esto y no lo he hecho. No sé si es pudor, respeto a la intimidad ajena o simplemente que todavía no tengo suficiente material como para hacer con lo que oigo una narración hermosa. No importa.

Todo empieza cuando llega Arturo. Arturo tiene cerca de 50 años y vive con sus papás. Dudo que trabaje. Por las mañanas, Arturo sale a correr al Parque Hundido. Se lleva un cartón para hacer abdominales allá, sin ensuciarse. Viste siempre unos shorts que dejan al descubierto sus piernas velludas, más cubiertas por pelo - en todo caso - que su cabeza. Arturo no tiene novia, aunque lo he visto en el parque intentando ligarse a algunas mujeres, también mayores, seguramente divorciadas. Sin éxito, todavía.

De sus padres, quien más me enerva es la señora. Es un abanico de monstruosidades. Fea, metiche, vieja. Y gritona. Eso es lo peor. Cuando llega Arturo por la tarde, comienzan los gritos. Siempre por dinero, siempre. Dinero que pueden ser veinte pesos o mil. No millones, nunca millones. Discuten por centavos. Porque él dice que ella no se fija. Porque ella es una vieja floja. Porque lo tratan mal. Porque no le dan las buenas tardes. Porque dejaron su ropa tirada y se mojó. Él, pobre. Y ella se desgarra la garganta, lo acusa. Gime como animal herido. No elabora grandes discursos, como por ejemplo: "eres un miserable solterón que haraganea todo el día, cómodamente instalado en la casa paterna, lacra social, inútil". No. Ella sólo grita. Ella, loca. El papá - un anciano de cabello ralo, blanco, que por lo general usa boina y podría pasar por una persona amable - se abstiene de participar en estas diatribas. Seguramente está ahí dentro, pero calla, calla siempre. Él, sensato.

Yo espero el día en que se oiga un golpe seco y se acabe el ruido. Un golpe seco, un punto final.

1 comentario:

  1. Me parece haber leído sobre esta historia antes...sin puntos finales, sólo suspensivos.

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