Mi iPod lo hace, ya lo había dicho: sabe cuando estoy feliz, cuando me agarra la saudade, cuando quiero reír, cuando quiero llorar. Incluso sabe cuando no sé lo que quiero, y entonces hace como que tampoco lo sabe y me pone una selección interminable de canciones que me gustan pero que no quiero escuchar en ese momento. Mi iPod me lee la mente, y eso me asusta pero me gusta.
Ahora también me pasa con Proust. "Cuando vio que no estaba en el salón, Swann sintió un dolor en el corazón; temblaba al verse privado de un placer cuya magnitud medía ahora por vez primera, porque hasta entonces había estado seguro de tenerla cuando quisiera, cosa ésta que no nos deja apreciar nunca lo que vale un placer". Y así, y más.
jueves, 18 de junio de 2009
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