
Y de pronto me doy cuenta que tengo alma de aldeana, como Francisca, la criada eficiente y antipática de la tía Leoncia en Combray, "que no podía oír hablar de una desgracia sucedida a un desconocido, aunque fuera en la parte más remota del mundo [pongamos por caso un punto del Atlántico donde se desplomó un avión, y los lugares en tierra donde pegó la tragedia], sin empezar a lloriquear". Tengo alma de aldeana, de aldeana de la aldea global.
Le confieso a Sofi que, después de leer las noticias, me quedo afectada días enteros, sufriendo los estragos de un pesimismo casi zagaliano. Ella me responde: "pero, ¿no pones distancia?". No. ¿Debería?
no, no deberías, pero eso es lo que se hace.
ResponderEliminarningún hombre es una isla decia john donne.
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