–¿Estás sonriendo?
–Sí.
–¿De verdad?
–Sí. Incluso estoy sonrojada.
–Yo también.
No se tomaron de las manos. Cada uno, sentado frente a la pantalla, sintió el amor en el sentido más espiritual posible. Tanto así, que Dios se alegró de esto e hizo que brillara el sol durante algunos días. Las mariposas volaron en las calles vacías. Las hojas de los árboles se agitaron, llenas de inconsciente felicidad. El mundo siguió girando.
miércoles, 29 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario