Hoy, dentro de poco, tengo que entregar una serie de exámenes en la preparatoria. Trabajo extenuante por demás. Así que, como es mi sana costumbre, demoraré el mal trago: procrastinaré.
Estuve reflexionando sobre mi reciente aventura romántica. Tan casual, primero; tan súbitamente intensa. ¿Cómo ocurrió, o por qué? El mal hábito de hacerme preguntas inútiles, que nada aportan a la plática candente con susodicha persona, me viene de mi profesión filosófica. Profesión filosófica... patrañas.
El caso es que llegué a una conclusión, llamémosla "sabia". Vi con claridad algo que tantas veces se me había escapado, y es esto: que el citado individuo llegó a mí cuando yo menos lo esperaba (¿no son así las historias de amor, siempre?), cuando más satisfecha estaba con mi propio trabajo. Cuando más segura y menos necesitada de compañía me he sentido. Para que Sof pueda lucrar a fondo con mi vida y mis aventuras (si podemos llamarlas así), dejaré constancia de esto. Diré, pues, que el 17 de octubre llegué a Zacatecas y, sentada esa noche fría en los escalones de la Plaza de Armas, tuve un momento de alegría plena, de feliz soledad, de serena convivencia con el universo. Y entonces apareció. Cuando no lo necesitaba, digo. Cuando todas las piezas estaban en su lugar y finalmente se había prendido el letrero de "no vacancy" en el motel de paso que siempre ha sido mi vida amorosa.
Antes de que mi blog se convierta en un curso de superación personal, me detendré. Volveré a escribir cosas picantes que ocurren en cuartos arrullados por ventiladores. Historias imposibles que jamás terminan. Biografías de falsos camaleones, bocadillos para los hambrientos. Naufragios desventurados. Algo, digo, que mantenga a flote mi espíritu pesimista, entre tantas tonalidades de rosa cursi.
** El dibujo lo hice el mismo día que el otro anteriormente publicado. Me gustó. No porque sea yo ni porque lo haya hecho yo. Pero, vamos, me gustó.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
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el letrero de "no vacancy" en el motel de paso que siempre ha sido mi vida amorosa.
ResponderEliminarsí, andale, cuéntanos esa historia
Huy, huy. Esto ya está como las cartas de Joyce a Nora Barnacle. Bueno, todavía no llegamos a puntos tan escatológicos (en el sentido, claro, de la trascendencia cristiana). Pero estamos a nada. A nada.
ResponderEliminarEsa frase me quedó linda, ¿no? ¿O no? ¿Fue demasiado?