miércoles, 7 de enero de 2009

7 de enero

Leo, en La jornada de la mona y el paciente (Mario Bellatin, 2006):

"Lo más importante es que el paciente escuchó que le decían algo así como que se haría todo lo posible por aplacar la angustia y el drama interno preservando, eso sí, la escritura. En ese momento surgió, nuevamente, la escritura como el punto más importante de la existencia. Como si su ser fuera sólo un pretexto para que esta escritura pudiera existir. "Eso significa tal vez que la única misión y lo único verdaderamente importante es la escritura que soy capaz de generar", puede haber sido un punto importante de su reflexión. La escritura es mejor que tú, sea quizá la premisa. Lo que se escribe está muy por encima de la persona. Lo noté por la aparente delicadeza con que el analista trató de advertir que, pese al proceso que se llevará a cabo, se buscará dejar la escritura intacta. En ese momento al paciente le dieron ganas de reír. De hacerlo con una risa sorda y neutral. Todo hizo indicar que le pareció absolutamente vana esta promesa, dicha con un cuidado por demás innecesario. Eso le recordó al paciente la tarde en que le preguntó a una amiga de la infancia qué sería de él si no escribiera. La amiga prefirió no contestar. El paciente interpretó que sería un personaje sin importancia. Una persona cuyo destino era desaparecer en medio del más perfecto anonimato".

También, en La montaña mágica (Thomas Mann, 1924):

"Al igual que el tiempo, el espacio trae consigo el olvido; aunque lo hace desprendiendo a la perosna humana de sus contingencias para transportarla a un estado de libertad originario; incluso del pedante y el burgués hace, de un solo golpe, una especie de vagabundo. El tiempo, según dicen, es Lete, el olvido; pero también el aire de la distancia es un bebedizo semejante, y si bien su efecto es menos radical, cierto es que es mucho más rápido".

Sin más noticias que éstas, me voy.

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