Ocasionalmente me doy órdenes. Es un vicio ése que practico, como se ve, no sólo de dientes para afuera sino también con la administración del changarro. Me digo cosas. Pretendo ser muy dura conmigo. Nunca lo he sido al punto de asustarme y hacerme caso. Sólo... sigo el ritual de hacer como que me regaño.
Ahora que estoy vieja —vieja y cansada, debería decir— parezco disco rayado. Me digo: "realmente no estás tan vieja". O me reprendo: "deja ya de lloriquear, que no vas a regresar en el tiempo". Pero la verdad es que, vamos, sí estoy vieja. Lo suficiente como para saber qué puedo esperar de mí. Y qué no. Las decisiones que tomé o que dejé de tomar me trajeron hasta acá. Estoy vieja, cansada y, ¿por qué no?, también un poco desilusionada.
Pero todavía me reprendo. Eso puede significar que hay luz al final del tunel, una exigua pero aún así existente esperanza. O no. Maybe this is just as good as it gets.
Los 28 trajeron la locura. Los 31, la desesperanza, el pesimismo y la flacidez. Jeje, no, eso último estaba ahí desde mucho tiempo atrás, a quién pretendo engañar.
Bienvenida esta nueva edad, mi eterno domingo de soltera donde nada pasa o, si pasa, no es a mí ni conmigo.
lunes, 10 de agosto de 2009
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tinajas, dónde andas. ya hasta soñé que te encontraba en el periférico
ResponderEliminar¡ah, la dulzura de los treintayuno! Realmente, no estamos tan viejas, Tinajero.
ResponderEliminarNo están nada viejas, no chillen.
ResponderEliminarI hate Sundays...
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