miércoles, 25 de noviembre de 2009

25 de noviembre. Sonámbulos

"Duele recordar de qué maneras extrañas Los Sonámbulos
se llenan de profundas ausencias".
Alberto Ruy Sánchez

Hay dos libros que, en estas fechas, han vuelto a mi memoria después de... cerca de 7 u 8 años de olvido, polvo, telarañas. El primero en reaparecer fue "Reo de nocturnidad", de Bryce Echenique: la historia de un hombre obsesionado con una mujer fugitiva, que tenía más de aire que de carne; un hombre castigado por el insomnio, incapaz de descansar su búsqueda siquiera por un rato. De ahí brinqué a "Los jardines secretos de Mogador" y, todavía más atinadamente, a "En los labios del agua", ambos de Ruy Sánchez. Aparecen de nuevo los enamorados como sonámbulos, como deseantes obstinados... restless. De dónde les viene la fuerza para sobrevivir así, es algo claro: no se mueven por voluntad, sino por mera atracción. Un sonámbulo sólo existe en relación directa con aquél otro que le despertó de la vigilia, que lo sedujo a vivir en sueños-matrushkas. El uno es para el otro el imán que lo mueve. Son unos locos, los sonámbulos. Son la sed, el hambre, la necesidad. Son más hijos de Penias que de Poros. Los enamorados, esos sonámbulos. Los sonámbulos, esos tontos.

Hay un universo de posibilidades escondidas en estos dos libros del gran erotómano. Está ahí el asomo de una pista para llegar a otra parte. De cruzar el mar por un desierto. De encontrar oasis. De morir bajo la arena y fundirse con ella y hacerse fuego.

Tengo tantas ideas por realizar. Materializar. O idealizar. Si me dijeran que no hay manera de salir con vida de esta historia en la que me he metido, si me dijeran que han visto el futuro y me han visto morir en desgracia, sólo podría responder diciendo: así sea.

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